La puesta en escena aborda, mediante títeres, temas como la responsabilidad y la libertad
La actividad teatral se reactiva poco a poco y el teatro familiar no es la excepción, las propuestas escénicas para el público más joven han comenzado a surgir y una de ellas es la puesta en escena Colibrí, o la misteriosa historia de cómo se apagó el sol, que llegará al Teatro El Galeón el 17 de abril.
“Los niños y las niñas llevan ya un rato encerrados, sin estar en contacto con la gente, con los espacios pensados para ellos; afortunadamente han podido resguardarse de la pandemia, pero el estar confinados en su casa merma su libertad, entonces el hecho de contribuir para que salgan de esta rutina, que puedan compartir con nosotros historias, nos llena de alegría”, explicó Raúl Ángeles, autor y actor de esta puesta en escena presentada por la compañía Gaviota Creación y Producción Artística.
En la obra, se cuenta cómo el colibrí fue obligado a apagar el Sol y esto hace que la villa de los animales se venga abajo, lo que parece no tener solución.
El joven dramaturgo explicó que al principio quiso hablar sobre la libertad, a través de la figura del colibrí, pero después fue abordando otras problemáticas con el resto de los personajes, que asegura, le dieron otro sentido a la historia.
“La idea principal de Colibrí es el reconocimiento de los errores que a veces se llegan a cometer, subrayando que eso no nos hace personas malas, simplemente cuando comenzamos a tomar responsabilidad de nuestras acciones, podemos empezar a generar un cambio”.
El hecho de trabajar esta historia a través de los títeres, representó para Raúl Ángeles una gran ventaja a la hora de montarla, ya que también la dirige, porque es más sencillo representar a los personajes y el mundo de fantasía que se proponen en el texto, pero sobre todo, regresa a los niños al principio básico del teatro, el uso de la imaginación.
“La tecnología es ahorita nuestra competencia directa, porque de pronto ves a los niños inmersos en su tableta, sus celulares, la computadora, etcétera, entonces nuestro mayor reto es saber cómo los sacas de esa rutina y anteponerte a ese impacto que les están dejando las pantallas”.
Es entonces cuando entra el talento y destreza del artista, quien debe dar vida a la marioneta, hacer una conexión con los jóvenes espectadores y mantenerlos en su asiento, atentos y participativos durante 40 minutos de función.
“Con que se vayan platicando algo de lo que sucedió o tarareando una canción nos damos nosotros por bien servidos, porque pudimos sembrar una semillita y a la mejor, la necesidad de los niños de volver al teatro”.