– La cantante británica llevó a su público a su propio universo con un recorrido por las canciones que han marcado su carrera y con una escala en el Día de Muertos
Su plan original era volar al espacio como turista, pero Sarah Brightman cambió “La misión”; prefiere llevar a los espectadores a su propio universo, un paraíso desde donde le canta a las estrellas, a la luna, a la tierra y hasta a los muertos desde la tradición mexicana que dice conocer.
La tripulación aborda en la Arena Ciudad de México la nave de su «Starlight», como ha llamado a su tour: está conformada por 16 coristas (ocho mujeres y ocho hombres), una orquesta e invitados: el pianista japonés Yoshiki y los cantantes Narcis Ianau y Jay Dref. Al centro aparece la estrella que guiará el viaje: Brightman, enfundada en un vestido rojo, una corona en la cabeza y una luz resplandeciente al fondo.
A “Fleurs du Mai” le sigue “Dust in the wind” que de inmediato captan la atención de los asistentes y entonces ella hace una pausa para hablar de “La misión”, esa que da título a la película musicalizada por Ennio Morricone y que asumió como propia por haber extraído de ahí lo que ha convertido en uno de sus mayores éxitos: “Nella fantasía”.
“Me decían que Ennio Morricone siempre se negaba. Intentaba convencerlos y me rechazaban. En un acto de desesperación, la grabé y se la envié a Ennio. La escuchó, le encantó y entonces me dejó cantarla”, cuenta orgullosa la artista reconocida por haber hecho el crossover de la ópera al pop.
Pero la británica va más lejos con su público y lo hace tocar “La Luna”, lo estremece con “Hijo de la luna” y le demuestra que la vida da sorpresas con “Miracle”.
Comparte con Jay Dref un “Canto della terra”, luego llama Yoshiki Hayashi, lo presenta como uno de los músicos más reconocidos de su país, para asegurarse de que deja la nave al mando de un experto. Se escucha en el piano “Anniversary Piano Concerto”, mientras Brightman desaparece para cambiar de vestido, como lo hace una y otra vez.
Enfundada en unn atuendo blanco, deja ver su “Harem”, para después volverse a elevar con “Fly to paradise” y desde ahí admirar a los espectadores con “What a wonderful world”.
Recuerda cuando Andrew Lloyb Webber, su exesposo y creador de la música de éxitos teatrales como “Cats” y “Jesucristo Superestrella”, compuso para ella “Pie Jesu”.
También canta para los que no pudieron venir al viaje, aquellos que ya no están.
“En estos días cercanos a Día de muertos, suelo llevar a mi familia a la ópera para cantar esta canción, pero ahora mi familia no pudo venir”, y elige “Sogni” basada en la ópera de Bizet.
Se acerca el aterrizaje, agrega emoción y tensión con el tema central de “El fantasma de la ópera”, el musical que la encumbró en los años 80.
“Han sido un público maravilloso en estos tiempos turbulentos”, pero “It’s time to say goodbye”, dice anunciando que vendría la canción que la elevaría a las alturas de su carrera como solista al lado de Andrea Bocelli. La ovación se desata.
El público llega sano y salvo al final para desembarcar y celebra en el encore con “A question of honour” y como si fuera plegaria un “Ave María.