– En la película que dirigió Iria Gómez Concheiro y que se estrena hoy, los vecinos de un diablero se unen para evitar el desalojo de sus viviendas, por parte de una empresa coludida con autoridades.
Casi a diario, durante dos meses, Mercedes Hernández y Leonardo Alonso tomaban de madrugada el Metro hacia el centro de la Ciudad de México, para filmar una película en el interior de una vecindad de la zona de Tepito.
Era 2017. Mercedes, ahora conocida por el filme Sin señas particulares, ya había sido nominada al Ariel por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, gracias a su actuación en el drama La tirisia; en tanto, Leonardo contaba ya con el premio a Actor en el Festival Internacional de Cine de Morelia, gracias a su labor en El vigilante.
“No había todo el glamour que creen que hay en cine —cuenta divertida la actriz—, cuando salíamos temprano del rodaje, era recorrer y hacer compras, como las de calcetines a 10 pesos”.
“Teníamos de seguridad a dos personas del barrio —dice por su parte el actor—, nos sentíamos en confianza”.
Ambos integraban el elenco de Antes del olvido, cinta dirigida por Iria Gómez Concheiro, que se estrena hoy en la Cineteca Nacional, a la que se irán sumando más cines de la República en los siguientes días.
Filmada en una vecindad de la calle de Nicaragua, a unos cuantos metros de La Lagunilla, la historia sigue a un diablero habitante de uno de esos lugares, cuyas familias casi no se comunican. Pero la llegada de una empresa coludida con las autoridades, para desalojar el edificio y construir un centro comercial, hace que todos se unan.
Casi 80% de la gente que aparece a cuadro son vecinos reales de la zona, que Gómez Concheiro conocía bien luego de haber trabajado en un centro cultural alojado en el inmueble, que fue la locación principal.
“Tepito es emblemático, tiene una historia antigua, precolombina; nos brinda esa sensación del México del comerciante, pero también del México de los pulques, que nos grita historia y su gente ha pasado muchas batallas, muchas guerras, ahora por la del narco, lo cual pesa porque se le estigmatiza como un lugar violento”, considera la cineasta.
“Lo que descubrí es que es gente con muchas necesidades, pero muy humana, abierta y realmente nos abrió las puertas y abrazó. Empaparon la película de lo que es el barrio, nos dieron su habla y sus cuerpos”, agrega.
Destaca que la trama es algo que pasa con muchas personas que de pronto están en riesgo o pierden su hogar.
“La película tiene esa necesidad de generar la pregunta de si estamos perdiendo nuestros barrios, nuestras raíces”, opina.
La producción requirió 3 millones para su hechura, la séptima parte de lo que el Imcine marcó en 2021 como promedio de costo en una cinta mexicana.
La cinta, que fue ganadora en festivales como el de Guanajuato, Brooklyn y Bordeaux, sería estrenada inicialmente en marzo de 2020, pero fue de las que optaron por esperar, ante el arribo de la pandemia del Covid-19.