Cuando los productores mexicanos Ricardo Kleimbaun y Matthias Ehrenberg invitaron a Christopher Plummer a su proyecto Elsa y Fred, en 2014, la estrella de Hollywood aceptó reducir su sueldo
Todas las mañanas, mientras filmaba Elsa y Fred, Christopher Plummer se levantaba temprano y daba sus caminatas por las calles de Nueva Orleáns para mantenerse en forma.
Era el año 2014 y estaba en la ciudad del jazz apoyando a dos productores mexicanos, que lo habían enamorado para formar parte del proyecto cinematográfico, que sobrevive en plataformas digitales.
Ricardo Kleimbaun y Matthias Ehrenberg le enviaron un correo tanto a él como a Shirley MacLaine para invitarlos.
“Fue tanta la emoción, el compromiso que tuvieron con el proyecto, que ambos aceptaron reducir sueldo de Hollywood para recibir más acorde a una película independiente”, recuerda Kleimbaun.
“(En el rodaje) se levantaba temprano y caminaba solo o con algún acompañante, hacía sus ejercicios de respiración, era alguien muy sencillo, humilde”, comenta Kleimbaun.
Plummer falleció ayer a los 91 años. Fue el capitán Georg Ludwing von Trapp en La novicia rebelde, pero también el multimillonario J. Paul Getty en Todo el dinero del mundo, de 2018.
Su filmografía se conforma por más de 200 títulos, siendo su primera aparición en 1953 en una serie de General Motors, seguida por Studio One y Suspense. Nada mal para quien primero estudió piano antes de actuación, dejando la música porque era un trabajo, dijo en algún momento, solitario y duro.
“Era alguien que podía ser un héroe o un villano en el cine, literalmente trabajó hasta los 90 años; con nosotros tuvo la gentileza de apoyarnos en nuestro primer proyecto en Hollywood; cuando uno veía a él y a Shirley en los ensayos, en las lecturas de guiones, se veían las grandes tablas que tenían y su profesionalismo”, recuerda el también histrión Kleimbaun.
Plummer tenía buen humor. Así lo demostró una noche de febrero de 2012, cuando recibió el premio Oscar por su trabajo en The begginers.
“¿Dónde has estado toda mi vida?”, exclamó Christopher Plummer al sostener el premio y mirándolo fijamente.
Su interpretación de viudo enfermo que acepta su homosexualidad convenció a los miembros de la Academia estadounidense de darle la estatuilla. Lo curioso era que el actor apenas era medio año más chico que la ceremonia del Oscar, pues ambos nacieron en 1929: uno en mayo, otro en diciembre.
“He ensayado desde el nacimiento el discurso de aceptación, pero la olvidé”, dijo arrancando la risa de todos.