Demi Moore era la actriz perfecta, llenaba el patio de butacas en los noventa y hacía que cada título se convirtiera en éxito, pero tras esa imagen dulce se esconde una mujer llena de inseguridades, con una infancia terrible y una madurez que desembocó en adicciones y en el desamor.
Así lo refleja la protagonista de «A Few Good Men» en su autobiografía «Inside Out. Mi historia» (Roca Editorial), un relato descarnado sobre los abusos que sufrió en su infancia, que por terrible que parezca cree que facilitó su madre.
Con quince años fue violada por un hombre que afirmó que había pagado a la madre de la entonces adolescente. «Nunca sabré si Ginny aceptó esos quinientos dólares a cambio de que Val pudiera follarme. … Pero no me cabe duda de que le dio la llave del apartamento que compartía con su hija de quince años».
También habla en el libro de su adicción al alcohol y las drogas: «Esnifé tanta (cocaína) que a punto estuve de abrirme un agujero en la nariz», de su relación con Bruce Willis y de su vida con Ashton Kutcher, cuya separación volvió a llevarla a los infiernos.
Como en una catarsis, Demi Moore deja que su vida pase a ser patrimonio de todos, con una biografía con la que se libera del peso de la culpa, se reconcilia consigo misma y con quienes la rodean con una sinceridad que apabulla y con la que desbarata la idea de una vida fácil, llena de glamur.
De su infancia dice: «El amor que recibí de niña fue perverso, y por eso acabé relacionando amor con sufrimiento», y de las dudas previas a su primer matrimonio, cuando solo tenía 18 años, asegura: «no quería aceptar que iba a casarme solo para distraerme y olvidar, por unos días, el dolor de la pérdida de mi padre».
No es la primera vez que la actriz resurge de sus cenizas y mira de frente a la vida. Sus memorias son en la actualidad uno de los libros más vendidos en Estados Unidos, páginas que llegan hoy a las librerías españolas y a comienzos de abril a las latinoamericanas y que ponen de manifiesto lo difícil que resulta conseguir una vida familiar en equilibrio y seguir siendo una estrella en Hollywood cuando pasa el tiempo.
Su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por las adicciones y discusiones de sus padres, una convivencia destructiva en la que ella tuvo que intervenir impidiendo el suicidio de su madre.
«Esa noche, algo cambió en lo más profundo de mi ser (…) Mi infancia había terminado. (…) Dejé de ser una niña a quienes ellos intentaban cuidar y educar para convertirme en una mujercita que debía ayudarlos a limpiar los trapos sucios».
La protagonista de «Ghost» confiesa que le horrorizaba la idea de ser como sus padres y beber sin control, una adicción que llegó con su primer papel en televisión y de la que ha salido y entrado según las dificultades que la vida le ponía a su paso, además de reconocer que la cocaína también fue su compañera en otros momentos.
En el amor
En 1987, Bruce Willis, el padre de sus tres hijas, llegó a su vida. Unidos por una infancia difícil, la pareja se entendía a la perfección y decidieron casarte. «Me hacía sentir como una princesa», dice en su libro Moore.
Pero reconoce que los traumas personales de ambos no tardaron en aparecer y cuando su hija mayor, Rummer, solo tenía dos años, aparecieron las primeras grietas en una relación que se rompió, pero que nunca ha dejado de ser amistosa, como se ha podido ver en distintas ocasiones en las que la pareja ha acudido con sus hijas a distintos actos.
Se separaron en 1998, dos años después del estreno de una de sus películas más controvertidas, «Striptease», que le hizo obsesionarse con su cuerpo para aparecer espléndida en pantalla. «Seguí una dieta muy estricta y restrictiva; para desayunar tomaba media taza de avena y la mezclaba con agua; el resto del día me alimentaba a base de proteína y de un poco de verdura. Y nada más».
Luego llegó «G.I.Jane» (1997) y su obsesión por un cuerpo perfecto la trasladó a conseguir unos músculos descomunales. «Cierto día, mientras me estaba duchando, tuve una epifanía: quiero naturalidad y volver a ser como soy. Ya no quería morirme de hambre»,
Después de un periodo de inactividad en el que se apartó del cine para cuidar a sus hijas, la actriz regresó a la interpretación con una imagen espectacular y al poco tiempo con una nueva relación: un actor quince años más joven que ella, Ashton Kutcher.
A pesar de que no eran muchos los que les auguraban largo futuro, la relación duró más de seis años. La pareja no dejaba de demostrar lo mucho que se divertían juntos en las redes sociales y lo complementados que estaban.
Hasta ahora poco se sabía de su intimidad, pero la actriz desvela que su máximo deseo era tener un hijo juntos. Lamentablemente, sufrió un aborto a los seis meses, una situación que la sumió en un profundo dolor.
Después llegarían varios tratamientos de fertilización que no fructificaron, la pareja se abría a relaciones con terceras personas, y las noticias sobre las infidelidades de él volvieron a sumirla en la desesperación: «conocí al hombre de mis sueños, no me despegué de él y se convirtió en mi adicción».
Una reflexión que le llevó a darse cuenta de que la relación con sus hijas -Rummer, Talulah y Scout- se había deteriorado, aunque con el tiempo ha conseguido volver a recuperarla y a ellas les dedica el final del libro.
«Mis amores, mis ángeles, mi razón de ser (…) Mujeres espléndidas, dinámicas, sensatas, inteligentes (…) no puedo sentirme más orgullosa de vosotras. Gracias por haberme dejado entrar en vuestra vida y por regalarme vuestro amor, apoyo y ánimos para escribir este libro», concluye Demi Moore.