– Empezó a los 13 en comerciales, se preparó y trabajó hasta tener roles protagónicos que incluso no cobró. Lo mejor, dice, es que venció el miedo
La joven a la que le gustaban los chicos y que aseguraba no estar enamorada de Ernesto Laguardia en los años 80, simplemente mentía.
Él ya tenía 28 años, pero aparentaba mucha menos edad, por ese rostro de niño bueno, y por la actitud positiva y amable que ha mantenido hasta ahora, que celebra 50 años de trayectoria.
Suena como una cifra considerable, pero el actor mexicano comenzó a los 13, cuando, después de hacer comerciales infantiles, alguien le sugirió que soñara tan alto como ser ídolo de la televisión. No es que lo creyera, así que comenzó a prepararse en la escuela de la ANDA y de ahí a aprender el oficio de grandes como Julio Castillo, Héctor Mendoza y Hugo Argüelles.
“Empecé muy joven”, reconoce, y luego se mira en retrospectiva: “He sido modelo, bailarín, extra, reportero, locutor, he hecho papeles pequeños en teatro, cine y televisión, hasta llegar a ser protagonista. He tenido la oportunidad de conducir muchas horas en vivo. Me siento muy bien”.
Ernesto, a quien vemos en la serie El galán. La tv cambió, él no, de la plataforma Star+, mantiene una sonrisa inigualable mientras reflexiona junto a EL UNIVERSAL sobre estos 50 años de carrera, que le llegan en un momento introspectivo, en el que toma incluso sus miedos como un gran aprendizaje de vida, algo que lo llevará además a ofrecer conferencias.
¿Qué tipo de miedos tienes?
Muchísimos. Desgraciadamente, sobre todo en mi generación, y no por mis padres, porque es una cosa natural de cómo se educaba antes, aprendimos a través de los miedos. Nos decían: “No hagas esto porque tu papá se va a enojar” o “no hagas esto porque Dios…” Los miedos te llenaban la vida. Creo que esta idea de hacer una conferencia va a dejar muy claro cómo he vencido mis miedos, cómo los he usado para avanzar y progresar.
¿Y cómo se logra eso?
Primero hay que entenderlos, para saber cómo los puedes manipular. La idea central de la conferencia es: ¿qué estás haciendo para vencerlos? Todo lo que esté en tus manos, para entenderlos primero y después manejarlos, y si es posible borrarlos, ¡qué bueno! Pero si no, hay que contenerlos.
¿Prefieres esta época o la de hace algún tiempo?
Mira, no es que prefieras o no, es cómo se dan las cosas. No puedes vivir añorando un pasado, ni queriendo cambiar un presente. Hay que entenderlo y tratar de hacerlo mejor.
En la tv antes eran unos ratings de 50, 55 puntos, en un monopolio total, la televisión abierta era lo único que había; ahora hay cuántas plataformas, cuántos podcasts, cuántos canales de YouTube, cuántas opciones, hay que hacerlo mejor, con más especialización para atraer al público, hay que hacerlo interesante, muchas veces es otra forma de contar no nada más en lo técnico, sino en los grandes avances que hay, en la forma de escritura y en la forma de actuación, es una situación diferente.
Yo diría que tuve el privilegio y gran fortuna de vivir esa época maravillosa de la televisión en la época de Quinceañera, en La antorcha encendida, Alondra, Amor real, de Amores con trampa, pero ahora todo ha cambiado, hay que entenderlo y adaptarse al cambio. Sobre todo, hay que proponer cambios.
Lo de Quinceañera es inolvidable…
Lo es. Me acuerdo muy bien que cambió mi vida en el sentido de conocer la fama, tener tantas oportunidades y tanto abanico de posibles futuros contratos, después de estar luchando y luchando muchos años, pero no era por la fama o por tener mucho dinero, era por querer hacer lo que yo quería.
Recuerdo que no podía salir a la calle, ni al súper, me cambió la vida totalmente, pero no nada más a mí, sino a mi familia, pero siempre he recibido gran apoyo por parte de ellos y me encanta que haya sido así tan de repente la llegada de la fama, tan sorprendente, apabullante, pero al mismo tiempo emocionante.
Desde entonces mi vida ha sido así, cosa que tienes que agradecer, porque el cariño del público durante 50 años es algo que se puede decir fácil, pero es un orgullo mantenerlo durante tanto tiempo y sobre todo en tantas generaciones, no nada más de señoras, de abuelitas, sino de chicas jóvenes, de muchachos jóvenes que se me acercan y me dicen: “Platícame”, me siento muy privilegiado. Es un privilegio ser actor.
¿Es cierto que cuando empezaste en las telenovelas no cobrabas?
Sí, fíjate que era una tontería mía, por supuesto. Siempre cobras porque tienes un sindicato con el que firmas, pero la costumbre general es que los papeles protagónicos tienen un sueldo extra y a mí se me olvidó, hazme el favor, ¿Qué tonto, verdad? (Risas).
¿Cómo te diste cuenta de que tenías que cobrar?
No es que no me diera cuenta, pero era como algo secundario y fue mi Edith González, mi güera adorada, a la que le mando un beso hasta allá arriba, que me dijo: “¿cómo crees, no seas tonto, qué te pasa? Hice una cita con el señor Emilio Azcárraga Milmo, quien era un señor precioso, al que quise como un segundo padre y me dijo: “tú estás loco, tú vas a cobrar”, siempre hubo una muy buena relación.
¿A los nuevos actores les ves el mismo entusiasmo que tenían ustedes?
A muchos sí, a muchos no, pero era otra época. Creo que éramos más soñadores, más idealistas y ahora veo que muchos van por la fama o por el dinero y cosas más inmediatas; a esos no los respeto tanto, prefiero a la gente que tiene una vena artística de verdad, que lee, se informa, tiene inquietudes, que ve series y muchos de ellos lo hacen, muchos de los jóvenes con los que he trabajado son realmente muy valiosos.
¿Qué te gustaría enseñarle a las nuevas generaciones?
Si algún día doy un curso o algo así o si estoy en una novela o en una película, yo hago lo mío que es llegar temprano, poner un ambiente, llegar estudiado, con tu personaje al 100% y si ellos quieren aprender de eso, qué padre; si me piden un consejo se los doy con muchísimo gusto, pero no llego a darle clases a nadie.
Fuera de los foros, ¿cómo eres de papá?
Soy consentidor, muy consentidor, mi esposa me dice: “ya no los consientas tanto”. Los amo, los adoro, sin embargo, trato de llevarlos por un buen camino, el del bien, de educación, de respeto a sí mismos, de superación. Los adoro, los consiento, los cuido, me carcajeo con mi familia, los disfruto mucho.
¿Dirías que es difícil tener 50 años de trayectoria?
Es un orgullo, ¿no? Hay personas que después de 50 años siguen en los primeros lugares, protagonizando, antagonizando, llenando teatros y tomando retos. El chiste es divertirse, a veces equivocarse, pero siempre tratar de ser mejor. Nos mantenemos de este trabajo, que es honesto. Ojalá pueda seguir haciéndolo.