Viva la farandula

Iñárritu libera sus emociones y a su alter ego en “Bardo”

– El director mexicano presentó en Venecia, junto a Daniel Giménez Cacho, su nuevo filme, que describe como una “emografía”.

La ovación en la Sala Grande del Lido, en el Festival Internacional de Cine de Venecia, confirmó lo que se sintió en la proyección matutina de la película a la prensa, en la que la crítica europea alabó la artesanía visual y narrativa del nuevo filme de Alejandro González Iñárritu, «Bardo» (o falsa crónica de unas cuantas verdades), protagonizada por Daniel Giménez Cacho.

No es una autobiografía, “es más bien una ‘emografía’, una biografía emocional de cosas que no son verdad. Es como el cine, que no es cierto, pero es honesto. Y el arte así es”, explica Alejandro en entrevista.

Silverio (Giménez Cacho) es el alter ego de Iñárritu, un periodista y documentalista en búsqueda de la verdad e inmigrante de primera clase en EU que vuelve a México para encontrar que la liberación está en esa área difusa entre la realidad, la interpretación y las memorias. El lugar en el que precisamente él, dijo, se siente cada vez más cómodo.

Las capas de temas que posee «Bardo» lo hacen un filme meticuloso en el que nada es casual. Además de las emociones del artista, está muy presente el tejido político y el México adolorido que se entremezcla con la historia del protagonista.

Con «Bardo», Alejandro no teme presentar sus cicatrices ni su vulnerabilidad, como esa tendencia a experimentar el síndrome del impostor: “Saber que muchas veces lo que has hecho no es suficientemente bueno tiene dos elementos: uno, es esa culpa que nos ha inculcado el catolicismo. Lo culpígeno de sentir orgullo; el otro es ese malentendido que hay de la humildad. Puedes ser un carnicero, una secretaria, una aeromoza o un doctor, pero todos sentimos inseguridad”.

Para el cineasta, México es un estado mental, que al igual que otros países, está hecho de historias y mitos, “pero cuando tienes perspectiva y distancia se empiezan a disolver de alguna forma y es aterrador. Es una película que no hice con la mente que piensa sino con la que sabe y ahí está el corazón. Sí, es muy vulnerable, pero a la vez es muy liberadora para mí”.

La autoexigencia de estar en la cumbre es otro tema que se puede ver en la cinta, y de la que Alejandro considera:

“Cuando eres joven y no tienes nada que perder sientes un poco más de libertad porque lo que ofrezcas es bueno. Cuando hay expectativas se convierte en un peso cada vez más difícil. Pero en ese sentido también esta película es liberadora para mí porque hice lo que yo necesitaba. La realicé para mí. Era una bonita forma de digerir y revivir todas las emociones, como la decisión de salir de México hace 21 años y que nos ha formado a mi familia y a mí, nos ha hecho perder y ganar muchas cosas”.