La cantante diseñó el catártic pop, donde importa más la energía
“Lo que hago es catártic pop, porque estoy convencida de que la música es una forma para que las personas hagan eso, un catarsis en su vida. Es lo que busco provocar con mi música”, dice Flor Amargo, cantante urbana que este fin de semana provocó una polémica en Guadalajara.
El ayuntamiento de esa ciudad “resguardó” sus instrumentos; es decir, interrumpió uno de sus usuales conciertos callejeros (realizado la tarde del viernes) y se llevó piano y batería.
Ayer, el presidente municipal Ismael del Toro le ofreció una disculpa. Para entonces, Flor Amargo ya era tendencia en Twitter, donde se polemizaba no sólo sobre si había violado la normatividad municipal, también si su propuesta artística vale la pena.
En entrevista realizada en octubre pasado, Amargo habló precisamente de en qué consiste su propuesta y anunció con orgullo que incluso pronto abrirá una escuela dedicada a enseñar cómo y para qué se usa el catártic music.
“Tocar en la calle me enseñó muchas cosas. Descubrí que a diferencia de las escuelas de música, en las que no te puedes equivocar en nada, lo que hace que los estudiantes se presionen mucho, en la calle lo importante es la energía. En ese proyecto quiero implementar lo que aprendí, que se llama catártic pop. En mi escuela, los alumnos van a meditar antes de tocar.
“Tengo la teoría de que las manos saben tocar, tienen ritmo, lo que hace falta es liberarlas para que cada quien encuentre su propio ritmo al piano. Eso es lo que quiero enseñar, lo que aprendí en esos años en la calle, de lucha diaria y mucha disciplina”.
Amargo dice que esa escuela estará abierta al público en general. “Estoy convencida que todos podemos hacer arte, el catártic pop es para todos, yo toco desde Bach hasta reguetón, cumbia, ranchero, jazz, de todo en el piano, porque se trata de emociones”.
Esta exposición de motivos la hizo Flor Amargo cuando estaba preparando el concierto con el que cerró 2019 en el Teatro Metropolitan.
“Muchos lugares para tocar se han cerrado, y muchos (artistas) tuvimos que buscar otras alternativas. En el metro encontré cosas interesantes, como mujeres que no tenían para darle de comer a su hijo, pero también viví el amor de la gente, porque si les gustaba mi música (aunque no trajeran dinero) me daban cosas, frutas, por ejemplo”.