La intérprete de “Rata de dos patas”, quien falleció ayer en Veracruz, cantó en contra de los hombres, dando voz a una generación de mujeres oprimidas, mientras que Yolanda Montes con sus actuaciones y bailes se convirtió en «un símbolo del pecado».
Paquita la del Barrio la diva de arrabal que no se calló
En noviembre pasado, Paquita se presentó en los Grammy, en Las Vegas. (18/02/2025) Foto: EFE
“Rata inmunda… Animal rastrero… Escoria de la vida…” Esa era Paquita la del barrio señalando a esos hombres que no estaban a la altura de las mujeres a las que tanto defendía.
Con canciones como “Pobre pistolita”, “Hombres malvados” y “Me saludas a la tuya”, el público femenino le dio la bandera feminista, sin embargo, Francisca Viveros Barradas, quien falleció ayer a los 77 años, negaba serlo.
“No soy feminista. Yo quiero a todo ser humano, tanto a la mujer como al hombre”, dijo en la entrevista a este diario en mayo pasado.
Inspirada en su propia vida, Paquita encontró en estas canciones contra ellos a una audiencia ávida de sentirse escuchada y representada en una época (los años 70) en que ellas sólo callaban.
Martín Urieta, presidente de la Sociedad de Autores y Compositores de México, disfrutó escucharla interpretar sus canciones con ese sentimiento único.
“Pienso que todo mundo termina su ciclo, pero ella dejó una escuela muy importante que ya había iniciado Lupita D’Alessio, quien se quejaba de la crueldad de los hombres. Paquita vino a reforzar esa forma de interpretar y de cantarle al desamor. Surgió desde el barrio, precisamente por eso su mote.
“Indudablemente, todo artista y todo intérprete surge con su majestad. Ella lo hizo con ‘Rata de dos patas’ y ‘Me saludas a la tuya’, que le hizo mi compadre Manuel Eduardo Toscano, él le dio todas esas canciones que nos lastiman”.
El locutor Mario Méndez Acosta considera de la cantante que fue continuista de un grupo de mujeres que alzaron la voz desde la música contra las tiranías masculinas.
“Paquita es la última seguidora de una escuela de mujeres cantantes que abordaban temas de desamor y abandono desde el arrabal, su antecesora fue Chelo Silva, ellas se especializaban en dar a voz abierta mensajes de protestas de mujeres oprimidas, abusadas y no sumisas.
Para Méndez Acosta, es lo que fue en su momento fue Ema Elena Valdelamar, compositora de la canción “Cheque en blanco”, que la misma Paquita impulsó.
“Hacía canciones tremendas, de reproche al hombre desconsiderado, descortés y desleal, pero además Paquita le dio un aspecto espectacular a su voz, a su interpretación genuina, a su inconformidad, a su protesta cantando en el Auditorio Nacional, en teatros, en palenques, ante grandes multitudes, alcance que sus antecesoras no lograron ni medianamente”, dice el periodista.
Invitada a pecar
Genitallica grabó en 2014 la canción “Invítame a pecar”, interpretada por Paquita, quien participó en el video con la banda.
“Fue un honor compartir escenario en más de una ocasión con un ícono de la música y la cultura popular mexicana tan importante. Su música y talento traspasaron fronteras y pusieron en su lugar a más de un inútil, comenta la banda en entrevista.
La intérprete daría concierto el 16 de marzo en el Auditorio Nacional al lado de la Sonora Santanera, cuyos integrantes, sorprendidos por su partida, ahora le rendirán tributo.
“Sabíamos que estaba mal, pero la veíamos trabajando, así que esto nos tomó por sorpresa. Intervino en nuestras producciones como invitada y fue ganadora del Latin Grammy con nosotros. Le cantaba al pueblo, al desamor, a las mujeres. Se identificaba profundamente con esa realidad”, comenta Antonio Méndez Hernández, integrante de la Internacional Sonora Santanera.
“Fue su estilo lo que hizo que el barrio la adoptara y la hiciera suya por más de cuatro décadas”.
El misticismo que hizo única a Tongolele
En sus películas, mostraba sus sensuales bailes. (18/02/2025) Foto: AP | Archivo El Universal
Su cabello se movía al mismo tiempo que su cadera, en cada paso del número que ejecutaba.
Bailaba siempre descalza, recorriendo el escenario, ya fuera con los acordes de cantos africanos o polinesios. Yolanda Yvvone Montes Farrington, mejor conocida como Tongolele, dejó de existir ayer a los 93 años de edad.
Fue en la década de los 50 cuando la industria del cine nacional la adoptó de inmediato, pero no la arropó, pues en pantalla grande era necesario ver la espectacularidad de esa presencia femenina explosiva.
La pantalla de los viejos y enormes cines de la capital mexicana fueron el marco perfecto para el lucimiento de esta bailarina que fascinaba a los hombres y que generaba admiración en las algunas mujeres, porque otras no disimulaban su incomodidad al ver tal anatomía apenas cubierta por un sostén y una falda de tiras brillantes.
“Tongolele fue todo un símbolo cultural de una época, era la bailarina exótica de ritmos tropicales y de las lejanas islas polinesias.
“Era un persona enormemente atractiva, provocativa, sensual al límite, era la máxima representación de la feminidad, con sus bailes electrizaba, con sus pasos hipnotizaba y con sus ojos embrujaba, fue la conjunción de la danza y del culto al cuerpo”, comenta el periodista Mario Méndez Acosta sobre la bailarina nacida en Washington, en 1932.
De ascendencia española, francesa y sueca, creció en un entorno en el que la danza y la música fueron parte fundamental de su vida. Desde niña recibió formación en ballet y danza contemporánea.
Su llegada a México se dio a finales de los años 40, cuando, con apenas 15 años, fue contratada para presentarse en el icónico Teatro Follies Bergère.
Su nombre artístico, Tongolele, surgió como una representación de los sonidos de la música a la que ponía cadencia con sus pasos, con sus contoneos de cadera, mismos que las buenas conciencias de mitad del siglo pasado calificaron como inmorales, pero que a ella le dieron el carácter exótico que la definió.
Trayectoria en el cine mexicano
Su debut cinematográfico se produjo en 1947 con Nocturno de amor, de inmediato capturó la atención del público. Posteriormente, participó en producciones como ¡Han matado a Tongolele! (1948) y Perdida (1949), en las que su capacidad para transmitir erotismo a través del baile la llevó a consolidarse como una figura femenina enigmática.
“Era la encarnación del pecado, pero era inaccesible. A las rumberas sí era posible conquistarlas, a Ninón Sevilla, por ejemplo, pero a Tongolele no, ella era casi mística y su mirada lo confirmaba. Por allá de 1952 o 1953 tuvo gemelos y muchos hombres decían que eran el papá”, abunda Méndez Acosta.
A lo largo de su carrera, Tongolele actuó en más de una decena de películas, la mayoría aprovecharon su imagen para explorar la fascinación del cine nacional por lo exótico.
Paralelamente a su trayectoria en cine, Tongolele mantuvo una destacada presencia en el circuito de cabarets y teatros de revista.
Escenarios como el Teatro Blanquita, el Capri y el Follies Bergère fueron testigos de su carisma y talento. Su último trabajo en teatro fue en Perfume de Gardenia, en tv fue en la telenovela Salomé, al lado de Edith González, y en cine fue en 2012, en la película de El fantástico mundo de Juan Orol.